Han tenido que pasar dos años exactos para llegar a este momento [Nota: este texto fue escrito hace un año, cuando decidí autopublicar Descalza entre raíces. Un año después la novela ha salido publicada por Harper F]. Desde que empecé a escribirla en marzo de 2019 bajo la mentoría de Érika Gael, hasta que dentro de unos días se publique en Amazon, muchas cosas han pasado con relación a esta novela. Procesos internos y externos de cambios, decisiones, dolores de cabeza y amor. Pero oye, aquí estamos, con las letras a punto de salir al mundo, y hoy me apetece contarte algunas de esas cosas que han hecho a esta historia ser lo que es.


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La semilla

Esto creo que ya lo he contado alguna vez, pero como siguen preguntándomelo, aquí lo dejo también. La semilla de esta novela nació de un cuento que escribí hace como veinte años para un certamen literario que se celebraba, y creo que todavía se celebra, en mi pueblo. La historia iba de brujas porque, quien me conoce, sabe que son mi debilidad, y en concreto se desarrollaba durante una noche de aquelarre. Allí ya aparecían dos personajes que más tarde darían algunas de sus características a Cesc y Lola, pero la historia era muy distinta a la de la novela.

No era un cuento de amor, precisamente.

La cuestión es que esos personajes, de los que te he hablado antes, permanecieron danzando en mi cabeza. Y ellos sí querían contarme un romance. Y era un romance tan bonito, tan lleno de vida y cariño, que me tuvo enamorada desde el primer momento. Pero entonces yo no me sentía preparada para escribirlo. Solo había escrito cuento y no me veía con la paciencia suficiente para escribir una novela.

Así que pasaron años hasta que, en el taller de escritura de Érika Gael, me planteé seriamente que esta historia no quería llevármela conmigo cuando ya no estuviera aquí, que debía ponerle letras. Y a partir de entonces empezó realmente la historia de Lola y Cesc.


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El fotomontaje

Hubo un momento crítico en la escritura del primer borrador en que pensé seriamente en dejarlo. Llevaba semanas sin escribir una sola palabra porque sentía que había desconectado de Lola y Cesc. Ya no los veía ni los sentía. Y ¿cómo podía escribir sobre ellos si ni siquiera yo creía en ellos? Era como si necesitara una prueba, algo que me recordara que ellos estaban esperando a que acabara de contar su historia. Que no podía fallarles. Y fue entonces cuando empecé a buscar sus caras y sus cuerpos en fotografías de Pinterest y acabé montando rápidamente un retrato de ambos.

Provisionalmente, y solo para mí, Cesc tenía el rostro de Marlon Teixeira y Lola, el de Émilie Simon. Así que puse este fotomontaje como fondo de pantalla en el móvil y cada vez que lo desbloqueaba allí estaban ambos, mirándome fijamente, recordándome que teníamos algo importante pendiente. Más adelante me di cuenta de que Émilie no me cuadraba como Lola y cambié de musa, pero esta imagen cumplió con creces su cometido. Y por ello, aunque no esté muy bien resuelta técnicamente, estoy muy orgullosa de ella.


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La evolución de Lola y Cesc como personajes

En la semilla de esta historia Lola era una bruja y Cesc un herrero. Y pensándolo con distancia creo que en ese primer momento me inspiré, de manera inconsciente, en el mito de Afrodita, la diosa de la belleza y el amor, y en Hefesto, su marido, el dios del fuego y la fragua. Siempre me ha gustado la mitología y no sería extraño que esto fuera así. Con el paso de los años y el darle vueltas a los personajes, algunas características de esa semilla inicial se conservaron y otras evolucionaron hasta el punto de que, en la novela, la «bruja» es la madre de Lola y el Cesc definitivo conserva tan solo una de las características del inicial. Lo que sí es indiscutible es que, después de tanto tiempo perfilándolos, la profundidad de los personajes de la novela es bastante superior a los de aquella primera historia, han crecido hasta convertirse en personas y me ha encantado ser testigo de excepción de ello.


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Lola en el país de las maravillas

Desde casi el principio de la historia sentí que Lola tenía similitudes con Alicia. Las dos se ven arrastradas a un viaje hacia un lugar que desconocen, pero del que vislumbran «maravillas». Y quería que esa relación saliera en el libro. Me tomé la licencia de introducirla a través de un personaje del entorno de Cesc, ya que en el año 1900 el libro de Lewis Carrol no había llegado a España todavía, y lo convertí en un objeto con significado más allá de las palabras que guardaba. No contaré más, para no desvelar demasiado —algo que suelo hacer—, pero sí te diré que la nota del principio de la novela, extraída también del libro de Alicia, no es esa por casualidad. Y cuando leas la historia, lo entenderás.


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El eclipse

Uno de los momentos más especiales de la novela, y del que más he hablado en los directos con Tessa y Leonor, es el eclipse de sol que tuvo lugar el 28 de mayo de 1900. Encontré este dato por casualidad, buscando otros en la hemeroteca digital —que aconsejo muchísimo en tareas de documentación—y decidí que tenía que hacer alusión a él de alguna manera. No en vano los periódicos llevaban hablando del evento desde, como mínimo, enero de ese año. Y siguieron haciéndolo hasta varios meses más tarde. Aquí te dejo en imágenes alguna de la documentación que encontré y que ayudó a crear la escena en la que Cesc y Lola se ven realmente por primera vez 😉

Puedes leer completas las instrucciones para la observación del eclipse total de sol aquí


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Denis Shiryaev

Una de las perlas que encontré durante el proceso de documentación, y que me dejó totalmente hipnotizada, fue el canal de YouTube de Denis Shiryaev. Denis cogía películas antiguas, las restauraba y las compartía con el mundo explicando el proceso que había utilizado. Y el resultado me puso la carne de gallina porque era como estar viendo hoy en día a alguien que en 1900 caminaba por las calles de San Francisco. O esperaba en la entrada de una fábrica. Aquí tienes una muestra para que tú también puedas meterte de lleno en el ambiente de la época. Encontrar cosas así desde luego le da otra riqueza a la imaginación y espero haber conseguido transmitirlo con las palabras.


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155 488 palabras

Para alguien como yo, acostumbrada a escribir relatos cortos, y cuyos dos primeros intentos de novela no habían pasado de las 50 000, aquello fue una monstruosidad. ¿Cómo iba a corregir semejante mastodonte? ¿Quién iba a querer leer un libro de esas proporciones? Al final lo conseguí, gracias a la ayuda de Érika, Leonor, Tessa y Raúl. Y lo hicimos tan bien que está disponible en Amazon. Pero aquel susto inicial, juro que no lo olvidaré en la vida. Eso y la enseñanza que me dejó: que no debe preocuparme cuánto trabajo demande de mí algo que quiero, solo debo preguntarme si de verdad lo quiero, y si es así, solo tengo una opción, hacer lo que hice: arremangarme.

Acabé de escribir el primer borrador el 18 de junio de 2020. Tenía 155 488 palabras. Y lo primero que hice cuando vi el recuento fue echarme, literalmente, las manos a la cabeza (puedes verlo en la publicación que hice ese día en Instragram)


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El título

En mi cabeza, esta historia, siempre se llamó «Lola». Cuando hablaba de ella a otra persona siempre le decía «la historia de Lola» y jamás me preocupé por pensar en otro título porque, para mí, ese era el definitivo. También porque se me da fatal pensar títulos (casi tanto como escribir sinopsis). Así que cuando llegó el momento de la verdad no tenía ni idea de cómo iba a solucionar la papeleta. Al final, después de una lluvia de ideas destilando conceptos clave para la novela el título salió como mejor opción. Y al principio no me apasionó. Pero, como todo el proceso de esta novela me ha enseñado, el tiempo y pensar sobre él y sus significados, me hizo creer que era realmente el título perfecto.

Descalza, por ir con el corazón en la mano. Porque Lola adora ir descalza. Entre raíces porque ella busca donde hundir las suyas durante toda la historia. Porque se encuentra en el lugar de donde procede una parte de sí misma. Y principalmente porque... Bueno, esto último ya lo descubrirás cuando la leas 😉


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Un proyecto de aprendizaje

Esta novela fue desde el principio, sobre todo, un proyecto de aprendizaje. Con ella he aprendido a escribir novela romántica y gracias a ella quiero seguir aprendiendo y perfeccionando el género, porque todavía me queda mucho por recorrer. Desde que me planteé empezar este camino quise hacerlo con las personas adecuadas, personas a las que admiraba y por las que sentía cariño. Quería que formaran parte para siempre de esta historia que ha significado y significa tanto para mí tanto a nivel personal. Por eso, llegado el momento, opté por autopublicar. Porque era la mejor forma de asegurarme que podía poner el corazón en todo y que las personas involucradas me ayudarían en ello. Con respecto a esta novela, todo se ha hecho con amor, respeto y profesionalidad. Y de verdad deseo que eso sea lo que percibas cuando la leas.


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La elección del día de salida a la venta de la versión digital

Marzo parece ser para mí el mes de publicación e inicio de proyectos literarios. En marzo de 2018 autopubliqué «Placeres», en marzo de 2019 empecé a escribir «Descalza entre raíces». Por eso marzo era la fecha ideal para que viera la luz. Además coincide con otro evento también muy especial para mí y es que el viernes 26 de marzo de 2021 me casé con mi compañero de vida desde hace quince años. [Y para acabar de rizar el rizo el 30 de marzo de 2022 sale publicada en Harper F, un sello de Harper Collins Ibérica]


Y con esto acabo en alto el post sobre las curiosidades de la novela. ¿Qué te han parecido? Te leo en los comentarios.

Una cosa más: la ilustración de cabecera de este post es obra del ilustrador Raúl Gil y es un original que realizó para aparecer en la cubierta de la versión autopublicada de Descalza entre raíces. Versión que no llegó a materializarse en papel, pero, que si tienes curiosidad, puedes ver aquí en mockup.